Un río de plata cubría tu cabeza, aún las fotografías no se hacían viejas sobre el buró, trabajamos por que la piel no se haga vieja sobre los músculos frescos, sobre el ambiente semi húmedo; la luz lechosa sobre todas las cosas de la habitación permitía que tranquilizara, más allá el té manchando la loza, dejando una línea de paso y evaporación, la marca de los días aburridos. Este es el limbo en el que comprendemos que la realidad es distinta a lo que pensábamos de más jóvenes; este es el umbral, otras personas me participan de su encanto, tu ya no, bajaste a lo subterráneo, a ser parte del festín de las queresas, no podemos dialogar, bajas dentro de la cápsula de madera, veo tus fotos... no hay más.
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