miércoles, 11 de julio de 2012

El extraño caso de la privada de esmeralda

A eso de las 9 de la mañana entré vacilante a la oficina, tropezandome un poco con la alfombra y reconociendo el interior con una mirada rápida. Ahí estaba Luciana,  sentada en su sillón secretarial, colgó el teléfono y volteo hacia mi y despachó a la asistente que me condujo hasta ella para la entrevista, luego me senté y ella hizo un ademán y jugó un poco con su cabello, ese peinado libre rizado casi de salón y maquillada de manera prolija, hacía resaltar su belleza natural, las uñas de pies y manos perfectamente pintadas de color vino, resaltaban sobre el escritorio, y me distraían viendo  el color de su piel, blanca, casi transparente. Esa fue la primera vez que la vi y confieso haberla deseado desde ese momento; la entrevista tomo poco tiempo, hablamos de mi experiencia, y luego todo empezó a tomar otro tono, fue más un filtreo directo. pero realmente a sus casi 56 años Luciana no era nada desagradable, una mujer resuelta, decidida, sin miedo a tomar lo que quería, sonriente, esbelta con un cuerpo nada desagradable, formas curvas que sugerían ejercicio cuidados extremos, pero que no envidiaban en nada sus años de juventud .
Y así fue como comencé a trabajar en la universidad, a mis 25 escasos años el maestro más pequeño, contando solo con la experiencia de otros niveles educativos, eso me hacía tener un poco más de seguridad en mi quehacer docente, pero aún así algunas chicas me hicieron sudar los primeros días, con comentarios sobre mi apariencia fisica, incluso miradillas mórbidas, nada que un docente nuevo no hubiese sufrido nunca. Lo normal había pasado, y lo sobre natural estaba por comenzar, esa universidad está habilitada dentro de una casa, sobre la calle de Correjidora, es una casa enorme no sé de que año data, pero la construcción y los amplios jardines le dan un aspecto entre lúgubre y fascinante. Me encantaba recorrer las escalinatas hasta la cafetería habilitada en uno de los remansos del patio frontal, desde ahí uno puede ver el hotel del otro lado de la calle y parte del centro histórico  de Montevideo, las paredes de la entrada estaban adornadas con una cenefa rosa a la mitad del muro y el acero ennegrecido de la herrería me daban un contraste tal, que me hicieron imaginar el cuerpo de Luciana, ese contraste de las uñas y la piel... Ah, algo tenía la casa que me hacía pensar en ella; supongo que la fascinacion me invadió desde el momento en que la vi.
Ahí parado en el patio entre las enredaderas que forman muros la sorprendí viéndome detenidamente, y solo sonreí nervioso, pero algo me atrajo hasta ella, "¿café?" me dijo mientras se llevaba  el vaso de unicel con ambas manos a los labios y se detenía para empezar a hablar de algún tema, hasta ese momento era solo una mujer enigmática pero anodina para mi, preocupada por su aspecto y por su trabajo, nada fuera de lo normal, conversamos poco más de 30 minutos, y de la plática no recuerdo nada , algo en la forma de hablar y mi instinto animal me hacían solamente ver su cara, desearle el cuello y la timidez con la que, él dije plateado le caía por de bajo del cabello hasta el nacimiento de los senos y se ocultaba ahí, justo ahí.
"entonces por ahí nos encontramos" dijo ella y se levantó, luego puso sus dedos fríos sobre mi hombro y toco el cuello de la camisa, "Este... ¿dondé?" balbuceaba yo, sin saber de que me había hablado, o donde tenía que ir, me levanté y ella me tomó por el cuello de la camisa de pie frente a mi y con ambas manos para abotonarme las solapas del cuello con esos pequeños botoncitos de debajo, sin poner atención a mi pregunta me dijo " abotona esto, si no te ves muy desaliñado", mientras decía eso sus labios, el cuerpo perfectamente deseable tan cerca de mi me hizo pasar saliva, me imprimió sus ojos, y debía ir, a no sé donde por que no puse atención pero debía estar ahí.
Era jueves, y los viernes yo no tenía ninguna clase, las seis en punto y dí vuelta en esa calle y me agaché tratando de asomarme bajo el retrovisor de manera que no me estorbara para poder buscar el número; esa era, la privada de esmeralda # 506, un árbol enorme se salía de la mal lograda jardinera y una escalinata subí hasta la puerta que ella entre abrió para esperarme en el pórtico.
Subí y di vuelta para ver el paisaje, "toda la ciudad se ve desde tu puerta" le dije mientras ella sonreía complacida con mi comentario. La casa era de lo más normal, ese estilo minimalista con muebles de ángulos rectos y manijas de metal adornaban la estancia; mientras pasabamos a su sala de estar que se separaba del comedor tan solo por una escalera, me llamó la atención un capelo enorme del cuál asomaban lirios y unas pocas ramas que adornaba el rincón mientras el amplio ventanal sugería un pasillo hacía el patio trasero, nada fuera de lo común, nada misterioso; ella sacó una copa alta en la que me sirvió agua y puso sobre la mesa de la sala hojas blancas lápices y documentos didácticos, yo saqué mis carpetas y entonces recordé como entre sueños de que se trataba la reunión.
Sin dudarlo me senté junto a ella en el amplio sillón de piel blanca, o intento de ella cuando Luciana me lo sugirió, "Estuve en la bicicleta" me dijo, supongo que pensó que me molestaba las mallas y los tenis en los que me recibió  , yo sonreí, ¡que va!, sus muslos trabajados, sus glúteos, curvos, paraditos una impresionante vista. eso si el cabello bien atado, y  la valeriana que combinaba con la sudadera me traían a la mente esas fantasías que uno tiene de niño con alguna maestra. No me molestaba, me hacía sentir estupor.
No hablamos mucho por que se acercó dulcemente mientras yo me decía que no podía estar pasando esto, la mano sobre la pierna, la caricia de palmas, no sé si me besó primero o fuí yo pero todo comenzó a pasar en cámara lenta mientras nos deshacíamos de las hojas, las copas, mi pantalón que me quedó en los tobillos, todo delicado, todo en el frío convencimiento de que yo deseaba a Luciana y ella mi. 
Me desperté asustado, la luz de la mañana, esa luz azul de por las 5 y media, cuarto para las 6 me hizo entrar en pánico, 3 días, todo el fin de semana, que ella me convencía de no dejar la habitación ni la casa, pero en ese momento no estaba. revisé las ropas regadas por el suelo, "¡Que loco!" dije a mis adentros, mientras levantaba mi boxer y la tanga rosita minima, no es posible que en ese pedacito de tela cupiera tan deseable mujer,  me puse los pantalones y busqué por la casa, Luciana no estaba, todo vació y comprendí que tal vez debía irme de ahí, sin preguntar si debía o no salir. bajé las escaleras casi huyendo, con la leve sensación de que tal vez un exmarido o un amante me extrangularía por meterme con ella,  caminé a mi camioneta, moví las hojas y me sorprendí de cuanto excremento de pájaros y basura puede acumular un automovil en solo un fin de semana, que me parecía más tiempo, luché por encenderla dandole empellones al embrague, y dandole marcha desesperado... al fin llegué a mi departamento, subí las escaleras y saqué la llave, no entraba, no es la llave, ¿algo pasó?  ¿estuve dormido?, despues de varios intentos un vecino salió del edificio y me gritó que que quería, no era don Jesús el del depto. 5 , salí corriendo asustado, una mujer y su marido salieron de mi departamento "¿Qué hace?, ¿Qué quiere?" me decían mientras yo no podía explicar que esa era mi casa, efectivamente , era la calle de Balzas, 103 departamento 9, un poco cambiada la pintura y esas no eran mis macetas pero era mi casa, salí a mi carro, y lo percibi algo desvencijado, pero ¿Cómo, si era del año?, las calles cambiaron de sentido, y como pude, entre amenazas y sonidos explicitos de las bocinas de otros autos, casi derrapando, llegué al frente  de la universidad, todo parecía normal, pensé que si encontraba a Luciana o a mis alumnos todo tendría explicación, pero las caras asombradas y en repulsión a mi aspecto, me hicieron ir hasta el baño, ahí mi cara demacrada, la barba, la suciedad en el cabello, no era yo mismo ¿había esta dormido?.
La dirección había cambiado de dueño, no era Luciana, era otra persona, un hombre que despues de oir mi historia me puso atención, me dijo que yo ya no era el titular de ninguna materia en la universidad, es más tenía años que Luciana no era la directora, y con esa plática y miles de preguntas sobre los años pasados,   me mantuvo ocupado hasta que llegó la policía, luego al darme cuenta de la emboscada, cruce el lobby y salí corriendo, perdí las llaves de la camioneta que estaba en doble fila, no había tiempo de volver, y subí la escalinata junto a la universidad para despistar y salir entre los callejones hasta alguna de las avenidas principales, así me mantuve huyendo casi hasta el medio día, ¿Qué pasó? Luciana debía saber,  así que volví a la casa de la calle esmeralda, no tenía el mismo aspecto, parecía abandonada forcé la puerta, todo viejo, todo empolvado, ¿Estuve durmiendo?, ahí en la cama de la habitación las sábanas manchadas de polvo, de envejecimiento, de sangre antigüa, ya no tenía el aspecto de esa mañana, nada era igual, algo terrible pasó y como entre sueños, y recuerdos vagos supé la verdad.
La policía llegó y me encontró ahí, no fuí yo, pero parecía que sí.
" Entonces me dice usted que pasó 10 años prófugo de la justicia y no sabe donde estuvo, ¿qué pretende?" me dijo el hombre que me interrogaba, mientras me explicaba la seriedad de mi situación, Luciana o lo que quedaba de ella había sido encontrada seccionada perfectamente, solamente la búsqueda y los reportes de desaparición del personal de la universidad hicieron pensar  que esos trozos de piel y huesos habían sido ella, 10 años me buscaron por un asesinato ejemplar, un verdadero caso sin resolver, ¿Estuve dormido?.
"Me dice usted que llevo diez años prófugo, y para mi solo pasó un fin de semana, le juro señor que yo no hice nada y no recuerdo más que lo que ya le conté" dije casi llorando a los oficiales que me golpeaban en la cabeza y las costillas. Más tarde me mostraron las fotos, un instrumento punzo cortante había quitado la vida a la mujer de aproximandamente 56 años dejando en la cama el torso y los muslos, se retiraron los párpados y los labios mediante un procedimiento quirurjico, y se pusieron junto a otros elementos el cuerpo en el buró. las viceras habían sido extraidas y dispuestas perfectamente sobre la mesa de centro, se seccionó el cuello separandolo de la cabeza, pero esta jamás fue encontrada. El macabro hallazgo lo hizo una maestra de la facultad, que forzó la puerta y entró a la casa de Luciana. Anuncios con mi rostro y mis generales fueron distribuidos por toda la ciudad, y se mandaron las fotografías y retratos hablados a la interpol y los consulados del Uruguay en el mundo, y yo nunca me enteré de nada, ¿Estuve dormido todo ese tiempo?.
El día 16 de octubre del año 1984,  crucé la amplia plataforma pedregosa del tribunal de justicia, 13 años habían pasado desde que ví por ultima vez a Luciana, y sin más pruebas, yo, el prófugo asesino más buscado de todo el país fuí liberado, sin amigos, sin gente que confiara en mi, con solo una historia que ni yo creía, salí al fin de ese proceso legal, que tan doloroso se hizo, "no hice nada" le dije a mi abogado, mientras el sonrió y me dió una palmadita en el hombro al tiempo en que me acompañaba hasta la salida. Crucé la calle y tomé un taxi, me bajé cerca de la plaza esa donde está el monumento de Artigas y ahí me senté  en la escalinata, encendí un cigarro, dejé que  el sol se fuera escondiendo sin inmutarme, luego al anochecer vi de lejos una figura esbelta, conocida, era Luciana que me veía fijamente, hizo una mueca coqueta, y caminó al otro lado de la calle mientras se subía a un automovil. 

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