lunes, 20 de agosto de 2012

Secuestro

Teníamos más o menos 5 meses de haber llegado a la calle de Morelos, era un departamentito en el  patio trasero de los caseros, digamos que es de esos primeros hogares  que se establecen con tu primera esposa, en medio del entusiasmo y la inexperiencia de la primera vez en todo, eso forma un clima cálido, excelente para estar dispuesto a decir sí a todo y disfrutarlo.
Mi primer hijo tenía en ese entonces 11 meses, redondo, de cara de luna, y con las manitas avidas y los ojos avispados,  había empezado a desarrollar el lenguaje desde los 6 meses y era un maravilla verlo como empezaba a hablar y descubrir la vida y lo enorme que es este mundo, con ojitos negros bien abiertos, veía la vida desde su reposét amarillo; yo iba y venía del trabajo haciendo cosas similares a las que hace cada persona en lo que llamamos cotidianeidad, todo tranquilo, todo en orden.
Los dueños de la casa era una pareja de edad mediana, normal y simple como el papel de cuaderno, a él no lo recuerdo mucho, ni siquiera recuerdo su nombre, digamos que era una figura gris, en el exterior era amable, pero al conocerlo un poco sufría la perdida de su mujer; Ella se llama o se llamaba Rosa, Rosita para todos en el vecindario, las primeras imagenes que tengo de ella son de una mujer atormentada por algo, mutilaba sus sensaciones y de pronto se le veía sentada viendo al infinito, había perdido 3 bebés, se le morían le dijo a mi mujer.
Como era de esperarse Rosita visitaba por las mañanas a mi mi mujer y al bebé, lo paseaba por la calle y hacía de nana, ella, mi mujer le mostraba compasión, creo que un pequeño remordimiento hacía Rosita, le hacía aceptar que la señora le tuviera muchas atenciones al bebé, tal vez demasiadas.
Sería  más o menos marzo, cuando al llegar mi mujer me contó con un poquito de nervios, que Rosita le había pedido que le regalara al bebé, yo me reí, "está bromeando" -pensé-, "El niño es lindo tiene ángel y supongo que le gusta, bien mujer deja de pensar cosas, la pobre ha perdido tres y está un poquito deprimida". No hice mucho caso, y ella ya no me dijo sobre la insistencia de Rosita sobre el mismo tema,  que fue creciendo poco a poco; "véndemelo" -le dijo -" Yo le puedo dar muchas cosas, después tienes otro, véndemelo", -"Pero si no es un perro"- contestó mi mujer muy ofuscada. Así los días fueron haciendo más viejo el año, y más o menos por el 5 ó 6 de agosto ellos nos avisaron que iban a irse de la ciudad, tenían negocios en Querétaro, y se iban para atenderlos se despidieron formalmente, con una cena en la que Rosita lloró y abrasó al bebé, sin más ese, 10 de agosto, Rosita salió de la casa al cuarto para las 10 de la noche prometiendo que la mañana siguiente se irían muy de mañana, todos los arreglos de con quien íbamos a pagar la ultima renta y a desalojar 12 días después, fue dispuesto y acordado durante la cena de despedida.
Pasó más o menos una semana sin ninguna novedad, la mamá con su bebé estaban tranquilos, al parecer el acoso constante de Rosita provocaba tensión, así que bajó la tensión y nos acomodamos a este próximo recomienzo, tranquilo, planeado, en forma.
Algunas veces los detalles no se atienden  de la manera correcta, los seres humanos vamos por la vida sin observar ampliamente todo lo que nos rodea, el tipo en la calle, las mujeres del mercado, los niños, la misma calle, su forma todos los resquicios de las paredes y el aroma que tiene la calle al ser recién lavada después de la lluvia, no ponemos atención a esos detalles que en momentos se vuelven vitales. Serían más o menos las 10 de la mañana de ese 18 de agosto, cuando mi mujer estaba sentada dentro del baño del patio, un cuartucho en obra negra con una puerta de trozos de madera dispareja que dejaba entre ver hacía afuera, mientras ella estaba dentro, el bebé jugueteaba moviendo los pies enfundados en calcetincitos blancos y hacia sombras, su mamá volteó a ver  la cantidad de telarañas que había en el techo, luego al voltear hacía afuera, el reposét amarillo con colchonsito plástico y figuras de caballitos de madera, estaba vacío, no había bebé, la mujer miró a un lado y a otro, buscó en el jardín, ¿Se había escapado?, miró entre las macetas, entre las tablas, la arena del fondo, los arboles y el basural de detrás, no estaba... Fue creciendo la exaltación, la desesperación la hizo presa, y entró poco a poco en pánico mientras gritaba el nombre de su bebé y lo buscaba dentro de la casa y bajo la cama, por la salita pequeña de muebles rústicos, nada. Salió a la calle y buscó en las otras casas, llamó a la puerta del vecino, y cayó en shock, cuando preguntó con señas y aspavientos de desesperación por el pequeño bebé que ella solía cargar en la cangurera- "¿El bebé de Rosita?"- dijo el hombre en tono muy severo, "¡No!, a nosotros Rosita nos dijo que era su hijo y que la contrató para cuidarlo"- mientras le cerraban la puerta. Corrió calle abajo y preguntó en la tienda, con la boca reseca y la cara pálida queriendo entender todo lo que había pasado,  tratando de poner la mente en blanco, ¿Había estado despierta este tiempo?, ¿Cómo fue que Rosita convenció a todos de que era su hijo?, ¿Estaban todos de acuerdo?, ¿Dónde estaba el bebé?, me llamó y entre sollozos me dio la noticia, "Se robaron al bebé", no entendí todos los detalles, pero como pude llegué a casa, donde ella estaba sentadita en una silla y no podía respirar, la policía tardó un poco más, pero al llegar avisaron que se había ordenado buscar en el aeropuerto, las terminales del tren y autobuses; el jefe policíaco, que era amigo mío de la escuela,  al tiempo que pedía una fotografía, le dijo en un tono calmado a ella - "tiene que ser muy valiente, lo podemos encontrar, vivo o muerto, los ocupan para pasar drogas, en el cuerpo o para venderlos, así que con mucha serenidad y toda calma cuente le a esta persona todo con detalle". Quedé frío con la declaración, en ese momento todos estaban en alerta y había muchas voces determinando las condiciones en las cuales, el bebé fue robado, entre todo el miedo, los pensamientos trágicos y la conciencia de que ese no era un sueño sino la pura verdad, mi mujer comenzó a recordar, imágenes, momentos, pasados y presentes y comentarios, y de pronto algo la hizo poner atención en los sonidos, a lo lejos, un llanto ahogado, y corrí de pronto a tocar la casa de los caseros, "¡Abran!, denme a mi bebé" - gritaba desesperada al tiempo que golpeaba la puerta, los demás policías en la habitación, corrieron a  ayudarle y a golpear la puerta, ¿Si no había nadie?, ¿para qué llamar a la puerta cuando se sabe que quien vivía ahí se fue?, pero aún así ella golpeaba con fuerza, y de pronto, la imagen de aquel hombre gris y sin actitud, abrió la puerta para preguntar que se les ofrecía, "abra la puerta"- le ordenó el jefe de la policía al tiempo que uno de ellos lo tomaba por la camisa y lo azotaba contra los barrotes de la protección de la ventana, otro más lo tomó del brazo y le exigían que abriera, mientras lo estrellaban nuevamente cara contra la protección romboidal blanca de la ventana, "¡Sueltenme para abrirles!", mascuyó ahogando el dolor de la nariz golpeada y apunto de sangrar, "abre como puedas, con el pie"- ordenaban las voces azotándolo 3 veces seguidas, mientras las varillas de los barrotes se llenaban de la sangre que le goteaba de boca nariz y frente; como pudo ese hombrecillo mezquino y huidizo, abrió la puerta y la mamá del niño entró a buscarlo; al fondo, en la habitación de ellos estaba Rosita con la mirada perdida y un pecho descubierto tratando de darle de comer, - "no quiere comer"- le dijo como un lamento y se guardó el pecho, - "Yo le doy"- dijo la mamá, queriendo ahogar el nervio, y el miedo a que en un arranque de verdadera locura azotara al bebé; con la cara desencajada, Rosita miro a su alrededor y salió a la cocina, mientras en la ante sala los interrogatorios y las amenazas hacían presa al marido de Rosita que contestaba: "si, no... no lo sé", a toda la cuestión legal y del delito de robo de infantes que le imputaban a el y a su mujer... luego sin más, Rosita le dio al bebé, y mi mujer salió corriendo a su casa, a empacar todo y a salir huyendo de ahí.
De Rosita no sabemos mucho, enfrentó algunos cargos, y salió libre bajo advertencias y con un estado mental calificado como "inestable", con evidente esquizofrenia y grados de ausencias o lagunas mentales, como lo podría calificar cualquier inexperto en psicología.
Unas semanas después la mamá del bebé, tuvo una crisis nerviosa por la impresión y se perdió en pleno periférico, regresó a la realidad y se recuperó.
Al parecer no nos detenemos a ver los detalles, las cosas pequeñas que hacen grandes cambios, si yo hubiese sido más comprensivo, si ella hubiera hablado de sus miedos, si cada uno hubiese hecho algo diferente... A veces hay que fijarse en los pequeños detalles de la vida, porque al final lo son todo.

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