martes, 30 de octubre de 2012

Manfredo

De los 5 hijos que tuvo el señor de la Ira, Manfredo era el menor, a cada hijo el señor de la ira les fue dando un lugar para refugiarse, unas tierras, un rincón donde hacer suyo el mundo, a Demótes le dio unos lagos al sur de la nueva Escocia, era un lugar frío pero agradable e, en el cual Demótes corpulento y hosco reinició su vida perdiéndose en el bosque todas las mañanas y regresando por la noche a dormir, Demótes perdió la conciencia del tiempo y poco a poco fue quedándose en el bosque hasta que nunca volvió. A Felóstites el señor de la Ira le dio un lugar cerca de los lago, al oriente, pero este lugar es tan, pero tan  lejos que no pudo recordar el camino de vuelta y termino sin volver. Finalmente a Isístines le regaló toda Europa, pero le pidió que volviera cada mañana, Isístines era guerrera y pudo obedecer a su padre unos días, sin embargo, escuchó que mas al norte los habitantes de las nieves conocían otros lugares pasando el océano, y buscó esas aldeas, la gente de las nieves emprendió una guerra hacia el otro lado del mar y en una batalla Isístines la bella guerrera murió decapitada.
El señor de la Ira pensó en que era prudente no dejar a Manfredo y Jofílides lejos de su protección, Jofílides era inteligente pero poco sociable, gustaba de pasar todos los días intentando crear pequeñas maquinas que hicieran las labores de la casa y el campo, inventó una maquina que permitía recoger los pámpanos  de la vid y otra que hacía vino, otra que lo probaba y una más que lo envasaba inventó una maquina que jugaba con los niños y otra que los dormía.
Manfredo jugaba idioteces, buscaba nidos de animalejos en las zarzamoras, comía con la boca abierta y nunca iba a la iglesia, comía mucho y perdía el tiempo tocando el tambor y creando canciones; entonces el Señor de la Ira pensó que si el moría alguno de ellos sería dueño de esas tierras, pero ¿Cuál? Jofílides quizás inventaría una maquina que gobernara por el, y seguiría inventando , y Manfredo tal vez nunca tomaría enserio el cargo… Difícil decisión. Luego de muchos días el Señor de la Ira no pudo dormir y nunca tuvo una respuesta, así que enfermó, supongo que por que en esos tiempos la gente muere de algo, el Señor de la Ira murió, Jofílides se retiró en una maquina que el mismo creó, Manfredo tuvo que asumir todos los cargos que un hombre de guerra y gobernante debe asumir, y vivió con la conciencia apesadumbrada, cargada de muertes que quedaron en sus manos, malas decisiones momentos buenos y malos, así también muchos excesos los excesos de un rey joven e inexperto, por ejemplo si a Manfredo le gustaba una mujer del pueblo la tomaba, pero si esta mujer tenía marido, mandaba al marido a la guerra al frente, y lo enterraba con honores mientras consolaba a la mujer, en su lecho hubo muchas muchas mujeres, porque Manfredo aprendió el exquisito arte de la seducción, que es un arte antiguo así como la espada…
Vivió Manfredo muchos días hasta que fue viejo y en su vejez, y en la torpeza de sus actos y la grandeza de su reino, ahí en su mismo lecho su mente se abrió justo antes de que la muerte se lo llevara, y supo que entre todas las cosas, más allá de todas las riquezas un hombre, el que de verdad es hombre, antes de ser rico, o ser pobre, un verdadero hombre sabe tocar por que  es músico, y es valiente, es  vigoroso, no tiene miedo nunca porque es hombre de guerra, pero es prudente en sus palabras y es hermoso. Supongo que Manfredo entendió que un hombre de verdad tiene a Dios de su lado.
Y así fue que Manfredo aprendió de la vida hasta que encontró la muerte, y de toda la casa de su padre el Señor de la Ira, no queda nadie porque estaban destinados a la destrucción.

domingo, 28 de octubre de 2012

Mi mounstrita

Cada que platico del tema, siento dos cosas: una que me vuelvo viejo, y otra que imagino 1 millón de historias, y por eso hablo aquí del que no cuento a los amigos o las personas de frente a mi y que como adulto uno tiene que cuidar, por aquello de las apariencias y de ser un adulto vamos.
Estos días han sido de reencuentro de articulación de ideas, de música y de ilusión... a lo que necesito llegar es que en medio de los días y de los dolientes caminos de las personas que me rodean, y entre esa bruma que se deshace de la luz, me encontré la carita semi sonriente, los labios pálidos jadeantes, aprediendo a respirar la pequeña mounstrita, jugando a ser niña, tiene unos días de nacida y revolucionó la vida, mi vida y la de todos, los ojos negros y perdidos buscando comer, solo comer, y comer más, dormir un poco y luego comer... ella se ríe sola, vuelve a dormir, vacuna mis sentidos y puedo verla mucho muy fijamente, y aunque es niña y no se parece a mi hijo el niño dinosaurio, me puedo reconocer en ella, es diferente no huele como olia Rodrigo al nacer, es más delicada, me pone atención al hablar y parece que entiende todo lo que digo.
¡¡Pero válgame mujer!!, le digo, ¿Vas a comer otra vez?, y busca desesperada...
Esta es la tercera cosa que sé y que no digo en una conversión de adultos, entre mi hija y yo tenemos un mundo aparte que apenas se va construyendo, y muchos cuentos que me giran en la cabeza, unos viejos, otros nuevos, y leyendas que están por construirse...

jueves, 4 de octubre de 2012

Octubre.

- “Imagínate que eres tú” - le dije mientras mi amiga cerraba los ojos y se acomodaba en la silla de madera en la pequeñísima habitación de piso y techo de madera, una larga mesa mal lograda cruzaba la habitación en el lado más cerca de la montaña, la luz muy tímida y muy tenue entraba por las ventanas del frente; afuera el cielo era blancuzco, y se podían ver las montañas de la sierra norte, a lo lejos, dibujadas curvas como rodillas grisáceas, cerritos alejados.
Estaba haciendo un juego de meditación guiada con mi amiga, su cabello negro suelto se acomodaba por la espalda en la silla vieja pintada con un verde agua que solo asomaba en partes, me gusta mucho la línea que forma su espalda, sus caderas y como camina, pero en ese momento tuve el desencanto de verla con esa chamarra. - “y si me siento en el suelo” -  me dijo entre abriendo un ojo, puse un colchoncito de yoga sobre el piso y me senté frente a ella  la historia tenía algo de relajante, pero empecé a sentirme un poco tenso, ¿la energía entre ella y yo me afectaba?, siguió escuchando pero mientras yo bajaba el volumen de voz ella se acercaba, su labios juntos suavemente se movían pícaramente haciendo una elevación pequeña, una probóscide sensual; sus pestañas titilaban, -“cállate”-  balbuceó al tiempo que cruzó ambos brazos alrededor de mi cuello e inclinó levemente, me besó, sus labios fríos  y apenas secos tersos, sentí suavemente como su boca se oprimía con la mía hasta encontrar su lengua y la mía; me besó ante esa luz gris que entraba por esos sucios cristales,  no tarde en irrumpir bajo el calor de la chamarra y encontrar mis manos con sus pechos , la blusa apenas me separaba de la blanda dureza de su espalda, suspiramos para continuar, - “¿y los niños?” – me pregunta tratando de aspirar, “no sé” contesto descarando mis intenciones de verla sin ropa, - “ ahí vienen” me dice y me separa de ella, yo me quiero quedar pero me alejo, antes de que un niño abra la puerta y yo oculte mi enorme excitación recogiendo los trebejos del taller.
La mirada que nos buscaba durante la tarde noche se fue esfumando en calor pero no en deseo, yo la deseaba más, bajamos a jugar con los niños  al campo y nos enlodamos, al volver sobre mis pasos trayendo el balón la encontré otra vez y se le enrojeció la cara, desvió la mirada, algo pasó por mi mente, ¿Cómo hago para volverla a besar?.
Cenamos junto con todos ellos, esas luces de amarillentas de 60 watts  deprimen a quien sea, pero yo un poco más frustrado trate de expresar mi adultez, no pasa nada, y me lo empecé a creer, pasamos el pan y el café ralo e insípido para después ir a fuera a la fogata, ella se sentó bajó una cobija y abrazó a un niño mientras los otros se calentaban, la obscuridad de la sierra nos cubrió  mientras uno de los ayudantes se le acercaba peligrosamente, ¿Sientes celos?, me pregunté en mi intimidad, no es nada tuyo sin embargo me encantó tocarla, besarla sentirla.
Me fui a dormir y dejé los tizones incandescentes anaranjados, humeando, me metí a la cama temblando de húmedo, de frio de soledad, y envuelto en esa ropa térmica y las dos bolsas de dormir abiertas me acomodé de cara a la pared, comenzaba a dormirme cuando una mano me acarició el cabello, de principio salté, pero luego la vi inclinada sobre mi y acomodándose el cabello - “¿hay lugar para mí? Tengo frió”-  y me arrime sobre ese camastro para que ella entrara, sentí sus pies fríos - “un ratito luego me voy” – la temperatura que tomó mi cuerpo junto al de ella se sentía tan bien, el frio calando la piel y bajo las cobijas ella con su cuerpo suave, acalorada bajo las cobijas, persiguiéndome con los ojos abrazándome con los ojos, no pude mas la bese fuerte, fue colándome en sus ropas, fui quitando de enfrente lo que nos cubría y descubriendo su piel al desnudo en la obscuridad de la cabañita, nos descubrimos - “un ratito, un poco más”- así muy decidida sobre mi toda su agradable humedad me coloreó la noche las caderas de fueron tallando una sobre otra humedeciendo la excitación, acalorando, llenando de vapor el momento, una masa móvil de un solo cuerpo sobre la cama, - “espérate”- me cubrió la boca mientras abría los ojos negros y profundos en la noche, oyó algo, alguien, la complicidad la hizo detenerse, -“sigue”- me ordena y seguimos, no paro, la cama se mueve, suena, revive, rechina…
-“Uff”- suspira- “te pasas ¿eh?” me dice en tono coqueto, preguntó la razón de la exclamación y me explica que soy quien la busco y la sedujo, me rio, me quedo con esa imagen, con el sudor haciéndose frio, me duermo en ella, se duerme en mi, los dedos de los pies asoman en las cobijas y se acurruca frente a mí,  hace soniditos con la garganta, se chiquea, me enternece ¿Cómo puede ser tan sensual y tierna en la misma habitación?, ¿Cómo puede excitarme hasta reventar la pretoria? y ahora simplemente ronronea como gato mientras se refriega y me hace abrazarla.
Vamos bajando y la sierra se convierte en ciudad a medida que el sol de medio día se hace noche tarde, brillan las luces, - “¿Dónde te quedas?”- le pregunto y muy picara me contesta con la misma pregunta mientras mira fijamente el anuncio de un hotel. Ese octubre me sentí igual de nervioso como antes de la noche de navidad.