- “Imagínate que eres tú” - le
dije mientras mi amiga cerraba los ojos y se acomodaba en la silla de madera en
la pequeñísima habitación de piso y techo de madera, una larga mesa mal lograda
cruzaba la habitación en el lado más cerca de la montaña, la luz muy tímida y
muy tenue entraba por las ventanas del frente; afuera el cielo era blancuzco, y
se podían ver las montañas de la sierra norte, a lo lejos, dibujadas curvas
como rodillas grisáceas, cerritos alejados.
Estaba haciendo un juego de
meditación guiada con mi amiga, su cabello negro suelto se acomodaba por la
espalda en la silla vieja pintada con un verde agua que solo asomaba en partes,
me gusta mucho la línea que forma su espalda, sus caderas y como camina, pero
en ese momento tuve el desencanto de verla con esa chamarra. - “y si me siento
en el suelo” - me dijo entre abriendo un
ojo, puse un colchoncito de yoga sobre el piso y me senté frente a ella la historia tenía algo de relajante, pero
empecé a sentirme un poco tenso, ¿la energía entre ella y yo me afectaba?, siguió
escuchando pero mientras yo bajaba el volumen de voz ella se acercaba, su
labios juntos suavemente se movían pícaramente haciendo una elevación pequeña,
una probóscide sensual; sus pestañas titilaban, -“cállate”- balbuceó al tiempo que cruzó ambos brazos alrededor
de mi cuello e inclinó levemente, me besó, sus labios fríos y apenas secos tersos, sentí suavemente como
su boca se oprimía con la mía hasta encontrar su lengua y la mía; me besó ante
esa luz gris que entraba por esos sucios cristales, no tarde en irrumpir bajo el calor de la chamarra
y encontrar mis manos con sus pechos , la blusa apenas me separaba de la blanda
dureza de su espalda, suspiramos para continuar, - “¿y los niños?” – me pregunta
tratando de aspirar, “no sé” contesto descarando mis intenciones de verla sin
ropa, - “ ahí vienen” me dice y me separa de ella, yo me quiero quedar pero me
alejo, antes de que un niño abra la puerta y yo oculte mi enorme excitación
recogiendo los trebejos del taller.
La mirada que nos buscaba durante
la tarde noche se fue esfumando en calor pero no en deseo, yo la deseaba más,
bajamos a jugar con los niños al campo y
nos enlodamos, al volver sobre mis pasos trayendo el balón la encontré otra vez
y se le enrojeció la cara, desvió la mirada, algo pasó por mi mente, ¿Cómo hago
para volverla a besar?.
Cenamos junto con todos ellos,
esas luces de amarillentas de 60 watts deprimen
a quien sea, pero yo un poco más frustrado trate de expresar mi adultez, no
pasa nada, y me lo empecé a creer, pasamos el pan y el café ralo e insípido para
después ir a fuera a la fogata, ella se sentó bajó una cobija y abrazó a un
niño mientras los otros se calentaban, la obscuridad de la sierra nos cubrió mientras uno de los ayudantes se le acercaba
peligrosamente, ¿Sientes celos?, me pregunté en mi intimidad, no es nada tuyo
sin embargo me encantó tocarla, besarla sentirla.
Me fui a dormir y dejé los
tizones incandescentes anaranjados, humeando, me metí a la cama temblando de húmedo,
de frio de soledad, y envuelto en esa ropa térmica y las dos bolsas de dormir
abiertas me acomodé de cara a la pared, comenzaba a dormirme cuando una mano me
acarició el cabello, de principio salté, pero luego la vi inclinada sobre mi y acomodándose
el cabello - “¿hay lugar para mí? Tengo frió”- y me arrime sobre ese camastro para que ella
entrara, sentí sus pies fríos - “un ratito luego me voy” – la temperatura que
tomó mi cuerpo junto al de ella se sentía tan bien, el frio calando la piel y
bajo las cobijas ella con su cuerpo suave, acalorada bajo las cobijas, persiguiéndome
con los ojos abrazándome con los ojos, no pude mas la bese fuerte, fue colándome
en sus ropas, fui quitando de enfrente lo que nos cubría y descubriendo su piel
al desnudo en la obscuridad de la cabañita, nos descubrimos - “un ratito, un
poco más”- así muy decidida sobre mi toda su agradable humedad me coloreó la
noche las caderas de fueron tallando una sobre otra humedeciendo la excitación,
acalorando, llenando de vapor el momento, una masa móvil de un solo cuerpo
sobre la cama, - “espérate”- me cubrió la boca mientras abría los ojos negros y
profundos en la noche, oyó algo, alguien, la complicidad la hizo detenerse, -“sigue”-
me ordena y seguimos, no paro, la cama se mueve, suena, revive, rechina…
-“Uff”- suspira- “te pasas ¿eh?”
me dice en tono coqueto, preguntó la razón de la exclamación y me explica que
soy quien la busco y la sedujo, me rio, me quedo con esa imagen, con el sudor haciéndose
frio, me duermo en ella, se duerme en mi, los dedos de los pies asoman en las
cobijas y se acurruca frente a mí, hace
soniditos con la garganta, se chiquea, me enternece ¿Cómo puede ser tan sensual
y tierna en la misma habitación?, ¿Cómo puede excitarme hasta reventar la
pretoria? y ahora simplemente ronronea como gato mientras se refriega y me hace
abrazarla.
Vamos bajando y la sierra se
convierte en ciudad a medida que el sol de medio día se hace noche tarde,
brillan las luces, - “¿Dónde te quedas?”- le pregunto y muy picara me contesta
con la misma pregunta mientras mira fijamente el anuncio de un hotel. Ese
octubre me sentí igual de nervioso como antes de la noche de navidad.
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