jueves, 4 de octubre de 2012

Octubre.

- “Imagínate que eres tú” - le dije mientras mi amiga cerraba los ojos y se acomodaba en la silla de madera en la pequeñísima habitación de piso y techo de madera, una larga mesa mal lograda cruzaba la habitación en el lado más cerca de la montaña, la luz muy tímida y muy tenue entraba por las ventanas del frente; afuera el cielo era blancuzco, y se podían ver las montañas de la sierra norte, a lo lejos, dibujadas curvas como rodillas grisáceas, cerritos alejados.
Estaba haciendo un juego de meditación guiada con mi amiga, su cabello negro suelto se acomodaba por la espalda en la silla vieja pintada con un verde agua que solo asomaba en partes, me gusta mucho la línea que forma su espalda, sus caderas y como camina, pero en ese momento tuve el desencanto de verla con esa chamarra. - “y si me siento en el suelo” -  me dijo entre abriendo un ojo, puse un colchoncito de yoga sobre el piso y me senté frente a ella  la historia tenía algo de relajante, pero empecé a sentirme un poco tenso, ¿la energía entre ella y yo me afectaba?, siguió escuchando pero mientras yo bajaba el volumen de voz ella se acercaba, su labios juntos suavemente se movían pícaramente haciendo una elevación pequeña, una probóscide sensual; sus pestañas titilaban, -“cállate”-  balbuceó al tiempo que cruzó ambos brazos alrededor de mi cuello e inclinó levemente, me besó, sus labios fríos  y apenas secos tersos, sentí suavemente como su boca se oprimía con la mía hasta encontrar su lengua y la mía; me besó ante esa luz gris que entraba por esos sucios cristales,  no tarde en irrumpir bajo el calor de la chamarra y encontrar mis manos con sus pechos , la blusa apenas me separaba de la blanda dureza de su espalda, suspiramos para continuar, - “¿y los niños?” – me pregunta tratando de aspirar, “no sé” contesto descarando mis intenciones de verla sin ropa, - “ ahí vienen” me dice y me separa de ella, yo me quiero quedar pero me alejo, antes de que un niño abra la puerta y yo oculte mi enorme excitación recogiendo los trebejos del taller.
La mirada que nos buscaba durante la tarde noche se fue esfumando en calor pero no en deseo, yo la deseaba más, bajamos a jugar con los niños  al campo y nos enlodamos, al volver sobre mis pasos trayendo el balón la encontré otra vez y se le enrojeció la cara, desvió la mirada, algo pasó por mi mente, ¿Cómo hago para volverla a besar?.
Cenamos junto con todos ellos, esas luces de amarillentas de 60 watts  deprimen a quien sea, pero yo un poco más frustrado trate de expresar mi adultez, no pasa nada, y me lo empecé a creer, pasamos el pan y el café ralo e insípido para después ir a fuera a la fogata, ella se sentó bajó una cobija y abrazó a un niño mientras los otros se calentaban, la obscuridad de la sierra nos cubrió  mientras uno de los ayudantes se le acercaba peligrosamente, ¿Sientes celos?, me pregunté en mi intimidad, no es nada tuyo sin embargo me encantó tocarla, besarla sentirla.
Me fui a dormir y dejé los tizones incandescentes anaranjados, humeando, me metí a la cama temblando de húmedo, de frio de soledad, y envuelto en esa ropa térmica y las dos bolsas de dormir abiertas me acomodé de cara a la pared, comenzaba a dormirme cuando una mano me acarició el cabello, de principio salté, pero luego la vi inclinada sobre mi y acomodándose el cabello - “¿hay lugar para mí? Tengo frió”-  y me arrime sobre ese camastro para que ella entrara, sentí sus pies fríos - “un ratito luego me voy” – la temperatura que tomó mi cuerpo junto al de ella se sentía tan bien, el frio calando la piel y bajo las cobijas ella con su cuerpo suave, acalorada bajo las cobijas, persiguiéndome con los ojos abrazándome con los ojos, no pude mas la bese fuerte, fue colándome en sus ropas, fui quitando de enfrente lo que nos cubría y descubriendo su piel al desnudo en la obscuridad de la cabañita, nos descubrimos - “un ratito, un poco más”- así muy decidida sobre mi toda su agradable humedad me coloreó la noche las caderas de fueron tallando una sobre otra humedeciendo la excitación, acalorando, llenando de vapor el momento, una masa móvil de un solo cuerpo sobre la cama, - “espérate”- me cubrió la boca mientras abría los ojos negros y profundos en la noche, oyó algo, alguien, la complicidad la hizo detenerse, -“sigue”- me ordena y seguimos, no paro, la cama se mueve, suena, revive, rechina…
-“Uff”- suspira- “te pasas ¿eh?” me dice en tono coqueto, preguntó la razón de la exclamación y me explica que soy quien la busco y la sedujo, me rio, me quedo con esa imagen, con el sudor haciéndose frio, me duermo en ella, se duerme en mi, los dedos de los pies asoman en las cobijas y se acurruca frente a mí,  hace soniditos con la garganta, se chiquea, me enternece ¿Cómo puede ser tan sensual y tierna en la misma habitación?, ¿Cómo puede excitarme hasta reventar la pretoria? y ahora simplemente ronronea como gato mientras se refriega y me hace abrazarla.
Vamos bajando y la sierra se convierte en ciudad a medida que el sol de medio día se hace noche tarde, brillan las luces, - “¿Dónde te quedas?”- le pregunto y muy picara me contesta con la misma pregunta mientras mira fijamente el anuncio de un hotel. Ese octubre me sentí igual de nervioso como antes de la noche de navidad.
 
 
 
 

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