lunes, 10 de junio de 2013

Acurrucable

Le inventé esa palabra, para definirla, o  porque así es, porque me dan tantas ganas de tenerla bajo las sábanas en pijama de flores, con los pies descalzos y las manos entre los muslos, por esa palabra la imagino bajo la colcha; en esos días la lluvia cuando la niebla enfría la ciudad, entonces la podrías tener para ti, y deslizar su pijama la camisita blanca hasta revolotear el cabello, no dejarla salir y besarle los pies, sofocarla, evaporarse con ella, pedir que se repita, hacer un sauna en la habitación, perdiendo el estilo, la ropa, el maquillaje, el tiempo; tan acurrucable que dan ganas de que la cama arrastre hasta la otra pared, sin notarlo, que las sábanas caigan a los lados de la cama mientras los vidrios se satinan por la diferencia de temperatura entre el interior y el exterior; saltar corriendo al piso frío, correr hasta el baño, regresar a tus pies secos calientes, ver esa piel hermosa extendida en la cama, sobre toda esa revolución de la noche anterior; acurrucable hasta la tarde... y la siguiente mañana, la otra noche, ¡ay Dios todo el fin de semana!.   

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