lunes, 30 de septiembre de 2013

De cómo me entretienes

Bien, llegué y pensé que estarías a la hora en el lugar, pero tuve que conformarme con un momento en la calle, de pronto ahí venias tu dando la vuelta a la esquina y galopando graciosa mi espera.
No lo digo mucho pero siempre que te he visto la obscuridad te aceituna los ojos, me gustan, me gusta saber que estas de lado y que no me ves cuando te recorro toda con la vista, recorro tu cuerpo, te acaricio sobre la ropa con la vista secreta cuando te descuidas.
A eso de los 10 minutos de estar contigo entramos en el café, "te descuidas y te muerdo los muslos", pensé y me viaja la mente porque mientras me platicabas y te platicaba regresé de pronto a tus pies, asomando las uñas, dejando los talones, haciéndose redondos en las piernas, pidiéndome que los mordiera, una cosa me lleva a preguntar, otra a contestar, otra a desdecirme y de pronto sin saber como o porque, ya frente a la cocina justo en la esquina de la barra bajo la pimienta, a un costado de todos los botes, botellas medio llenas, tu mano, la mía desnudas, la piel se vuelve blanca, la presión capilar, abandona la sangre, y tu cabeza golpea la puerta mientras metes mi miembro en tu boca, no me entiendo, pero vuelvo a ver de lado tu oreja mientras la lengua debajo del cuello y tras la oreja me obliga a despojarte de todo, te cargo y esos mismos tacones que adornaban plácidamente el suelo minutos antes ahora ven al cielo, tu regazo inunda mi cerviz, tu espalda entre las tablas, te Tomás de mis glúteos, me jalas hacia adentro, y puedo jurar que ese "ay dios" que alguna vez se te escapó, te pasa en este momento por la mente, te puedo ver cayendo junto conmigo al piso, descendiendo la cama y despertando desnuda en la mañana. 

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