jueves, 13 de febrero de 2014

El río de Jalatlaco

Una noche muy lluviosa, en ese barrio de Jalatlaco, una figura sombría golpeaba la puerta del dispensario de la iglesia de Guadalupe, eran las 2:00 am. Chorros de agua caían a los lados del techo y por el tejado, sólo una lámpara de aceite alumbraba al lúgubre peregrino que envuelto en un jorongo, y con un sombrero se cubría del agua que caía a cántaros por entré los tejados. Al fin Los golpes despertaron al párroco, que medio dormido destrabó el picaporte y atendió al hombre, que habló a gritos para rebasar el sonido de la tormenta. Una persona agonizaba y pedía que el presbítero hiciera la santa unción y le diera los santos óleos al moribundo. Rápidamente el padre se vistió y salió tras de la sombra de la persona de la cual, por cierto nunca pudo ver el rostro, ya que el ala del sombrero y la luz de la lámpara impedían la visión clara.
Salió pues el párroco, pero por más rápido que caminara, no podía alcanzar a su guía, llegaron al puente que atravesaba el río, sin embargo encontraron que la corriente había derrumbado el pequeño puente, no era posible pasar por el.
Aquella noche el río Jalatlaco derrumbó el puente y el párroco quiso ir por otro camino , sin embargo el frío acompañante se lo impidió, alegando que la no alcanzaría al pobre moribundo. Así que entre la corriente ambos atravesaron   el río, al llegar a la casa, el acompañante del párroco solamente señaló una pequeña puerta la cual el padre cruzó sin tocar.
Adentro varias mujeres rezaban y gimoteaban, a pesar de los esfuerzos que hizo el padre llegó tarde, el pobre fiel había fallecido; entró y preparó sus cosas, debía rezar por el pobre difunto para que su alma llegara a la gloria, cuando de momento vio aterrorizado la imagen... Acercó una luz para ver  bien y entonces se dio cuenta... Al mirar al rededor estaba velando al difunto, todas las personas lloraban al padre de la iglesia de Guadalupe que se había ahogado tratando de darle los santos óleos a un cristiano.  El alma en pena del padre maldijo ese día el río de Jalatlaco donde sin saberlo se ahogó. Desde ese día ese río se secó, hoy en su lugar corre la avenida de la República 
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domingo, 9 de febrero de 2014

De entre lineas

Cuando se escribe un blog por varios años, habrá que centrarse en varios detalles, sobre todo si las vivencias del redactor son parte central de los textos expuestos. Estos tiempos en que los temas de mi cruda emotividad, de mi fidelidad vacía y de todos los recuerdos que me dio el amor, me fueron muy afines, escribí sin prisa de todo, quizás por ahí alguien se identificó, rectifico: obviamente hubo quién se identifico porque sintiéndose retratado me hizo alguna observación. 
Más que todo esto, hubo quien quiso entrar a los temas pero a falta de amor o de cariño o de experiencias, no estuvo ahí, desgraciadamente el alma se entrega una vez, eso creo, me dicen mis detractores, eso esperaba, pero también entregué alma a otras cosas, y tal vez el tiempo es de lo que no puedo olvidarme, o perdonarme, de entré todos los detalles, de entré esas cosas en  mi vida no me arrepiento de alguna cosa, o de cosa alguna, que es pariente de la desfachatez, y como nunca he tenido la sartén por el mango creo que las circunstancias han sido más bien benévolas conmigo.


He descubierto que aún lo que no escribí, sucedió, y que todo lo que dije, ya no existe, se fue de pronto, y hace unos días me volví a fijar en lo bien que se siente ser feliz...algo feliz...aunque digo que en mi todo es pleno, hay un color, un filtro, una textura que no existe en mi mundo, que se fundió, se murió hace años, es decir que algunas veces es fácil, algunas sucede, y otras nunca más vuelve a ti.
Soy padre de un hijo robado, dueño de un corazón destrozado, jinete de mil olas, amante de la ausencia, carta abierta a lo que nuca pasó, inventor de un mundo ajeno, terrible desgarrado, "que se fue  y no volvió" es la frase que define esta última década.
De todos estos años escribiendo, casi 20, la vida me ha regalado poder ver la realidad ente líneas, hablar de ella, pero con la única condición cruel e inquebrantable de no poder vivir como los demás, ellos aman, lloran, sufren, a mi para poder ser eterno me fue quitada toda gracia, todo sentimiento, toda sensación, y sólo las reconozco, las expreso, vivo con ellas, pero no serán mías, más que en mis poemas o en mis canciones. Gracias vida por estos años, de nada muerte.