sábado, 21 de diciembre de 2024

Inconmensurable

 

Me molesta tanto la palabra inconmensurable,
sobre todo porque, al parecer, decirla se ha vuelto un hito en los discursos amorosos.
Surge cuando ya no hay descripción posible para algo que no se puede medir.
Sin embargo, esa palabrita no se explica a sí misma.

Pongamos el caso de incontenible:
algo será incontenible cuando no puede contenerse.
Pero inconmensurable… será cuando no pueda conmensurarse,
y suena mal.
Porque entonces dices que algo no puede contarse,
y eso sería incontable.

Habiendo tantos adjetivos hermosos para hablar de amor,
para describir la demencia dulce que me toma
cuando me deslizo bajo la curva sinuosa de tus pantorrillas,
hasta el talón,
hasta las plantas de tus pies…

Podría decir cómo me infarta tu delicada manera
de entreabrir una sonrisa
cuando descubres que te acorralo,
y cómo, gato indefenso, me manoteas
para acabar riendo los aromas de mi cuerpo en ti.

Inconmensurable no debiera existir.
Es mejor contar lo que se puede detallar.
Soy más partidario de entender tu piel con mis rezos,
con bendiciones en tus sienes,
con la cálida temperatura rosa almendrada
de toda tu piel en mis labios.

¿Qué no daría yo por no encerrar,
en una palabra tan vulgar,
la expresión de esa lluvia encendida?
Suspiramos sin entender que eso —eso que sentimos—
no se puede medir.

Porque en mi demencia aún te entiendo:
entiendo la mordida en los labios,
la boca entreabierta,
y cómo pides que diga lo que piensas,
eso que, según tú, va a ser inconmensurable.

La muerte no se puede contar,
pero estamos vivos.
Y mientras tanto, sigo pidiéndole al cielo
que no me lleve aún,
pues hay viento, hay nubes, hay campos.

Eres la aventura más grande que he tenido.
Nunca te acabes, no te pierdas.

O mejor aún —
cada vez que te sientas lejos,
regresa a mí con esa sonrisa,
con hambre de amar,
con las ganas que siempre, siempre, siempre quise,
y que quieres,
y que queremos.

Este amor… inconmensurable,
si algo así puede llamarse:
a tanto tiempo, tanto sexo, tanta espera, tanta felicidad,
tantos besos, tantos recuerdos,
tantas manos en la espalda,
tantas oraciones al universo.

martes, 10 de diciembre de 2024

De cómo los viajes en el tiempo son posibles

¿Qué vale la pena?
Era mi pensamiento más secreto por esos días. No había más que una mezcla incómoda entre mucha música: flemática como trova llena de acordes arpegiados, y punk que gritaba que mis problemas eran tan simples como encontrar a esa persona que me hiciera abandonar toda la congoja acumulada de otras vidas, creo.

Nunca respondí a esa premisa. Nunca supe qué me deparaba el futuro. Caminé sobre la pared blanca, el suelo de baldosas rojas que me hacía pensar en otro momento, en la vida de alguien más… no sé, pero ahí estabas.

Me detuve en la esquina. “¿Qué sería de mí si me rechaza?”, pensaba. Pensaba mucho en ti. Pero ser de los raros entre los más raros también tiene su nombre. Quizás yo solo fui más normal. En esos días alguien me dijo que siempre cambian los jugadores, pero el juego conserva su escénico quebranto. Hoy lo veo así: reías. Tengo tu sonrisa en una foto. La luz ocre se desvanece entre el antes y el ahora, y tu cuello hermoso, tu boca, hacen un espectáculo que solo yo reconozco. Eres hermosa, antes y ahora.
Antes, porque eras niña y nunca pude decírtelo; hoy, porque eres mujer y te lo digo todo el tiempo.

Viajar en el tiempo es posible, aunque todo lo que se percibe sea inamovible. Existe, pero existe ahí, suspendido. Ahí estás tú, haciendo preguntas que hoy ya tienen respuesta. Ahí estoy yo, lejos, y entonces entiendo que toda la angustia de ser solo un niño observando el mundo se disuelve. Somos únicos: hoy, ahí, acá y más allá.

Mi yo de esos días ya lo sabe: sabe que eres tú. Y todo lo que sufrimos cabe en un suspiro, en las ganas de vivir lo vivido, en ese momento peligroso cuyo final ya conocemos. Es algo como volar sin saber cómo. Te veo hermosa, profunda en la mirada. Creo que ya entendemos lo que es: la razón de todo.
Lo que debía pasar así, en su forma, en su momento exacto, hasta convertirnos en los amantes, en las personas, en lo que somos hoy.