martes, 10 de diciembre de 2024

De cómo los viajes en el tiempo son posibles

¿Qué vale la pena?
Era mi pensamiento más secreto por esos días. No había más que una mezcla incómoda entre mucha música: flemática como trova llena de acordes arpegiados, y punk que gritaba que mis problemas eran tan simples como encontrar a esa persona que me hiciera abandonar toda la congoja acumulada de otras vidas, creo.

Nunca respondí a esa premisa. Nunca supe qué me deparaba el futuro. Caminé sobre la pared blanca, el suelo de baldosas rojas que me hacía pensar en otro momento, en la vida de alguien más… no sé, pero ahí estabas.

Me detuve en la esquina. “¿Qué sería de mí si me rechaza?”, pensaba. Pensaba mucho en ti. Pero ser de los raros entre los más raros también tiene su nombre. Quizás yo solo fui más normal. En esos días alguien me dijo que siempre cambian los jugadores, pero el juego conserva su escénico quebranto. Hoy lo veo así: reías. Tengo tu sonrisa en una foto. La luz ocre se desvanece entre el antes y el ahora, y tu cuello hermoso, tu boca, hacen un espectáculo que solo yo reconozco. Eres hermosa, antes y ahora.
Antes, porque eras niña y nunca pude decírtelo; hoy, porque eres mujer y te lo digo todo el tiempo.

Viajar en el tiempo es posible, aunque todo lo que se percibe sea inamovible. Existe, pero existe ahí, suspendido. Ahí estás tú, haciendo preguntas que hoy ya tienen respuesta. Ahí estoy yo, lejos, y entonces entiendo que toda la angustia de ser solo un niño observando el mundo se disuelve. Somos únicos: hoy, ahí, acá y más allá.

Mi yo de esos días ya lo sabe: sabe que eres tú. Y todo lo que sufrimos cabe en un suspiro, en las ganas de vivir lo vivido, en ese momento peligroso cuyo final ya conocemos. Es algo como volar sin saber cómo. Te veo hermosa, profunda en la mirada. Creo que ya entendemos lo que es: la razón de todo.
Lo que debía pasar así, en su forma, en su momento exacto, hasta convertirnos en los amantes, en las personas, en lo que somos hoy.


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