Encontré una llave, y es raro encontrar una llave solitaria por aquí entre los libros del abuelo, porque es una llave muy singular, y como yo he aprendido, a cada candado o cerradura le pertenece una llave y viceversa, pero esta llave que me encontré no tiene una cerradura, ni un candado; debe pertenecer a alguien, y esa persona debe saber que es lo que abre. Por más que pregunté, no existe un dueño, ni abre ninguna cerradura de mi casa, ni de la casa de Teté, ni de la abuela, ni la bodega, ni en la cocina ni en ningún lado.
Pasaron los días y la llave siguió ahí, como esperando algo mágico y deslumbrarte tras la cerradura que yo no podía hallar, deseando creo, que yo encontrara esa puerta.
Pasaron los días y la llave siguió ahí, como esperando algo mágico y deslumbrarte tras la cerradura que yo no podía hallar, deseando creo, que yo encontrara esa puerta.
Como es costumbre los niños como yo guardamos las llaves en lugares seguros, así como guardamos papelitos, una liga, una corcholata, las cuerdas de las bolsitas de té, una orejera, y una llave, ahí junto a un carboncito y un pedazo de plastilina naranja y blanca. Ahí estuvo la llavecita volviéndose un tesoro sin valor, en la mente de un niño y en la canastita azul de mi cuarto.
Una llave, ¿Qué hago con una llave? si no abre nada, no sirve, si no encierra un tesoro, no es funcional.
Y así pasaron los años y las desilusiones una a otra fueron haciéndose viejas, el corazón duro y el niño que creyó tener un tesoro encerrado en una llave, ya no sabía que hacer, y un día haciendo limpieza, puse la llave cerca de la basura- ¿De que es esa llave?- dijo mi mamá. - No sé- le respondí y seguí recogiendo los zapatos y la pelusa gris que se forma bajo la cama. Y bien un joven con problemas de desilusión crónica, no tiene en mente una llave que encontró cuando tenía nueve, así que volví a mi vida de post púber des adaptado, queriendo lograr algo con mi música. Luego al platicar con Betsy esa mañana en la escuela, recordé la llave, y de pronto algo ahí sucedió, las palabras fluyeron como si tuviera la habilidad de inventarlas, salieron de mi boca y entraron en su mente, bajo su cuello, al final de cada uno de los nervios de su piel, cada uno de esos remaches con palabras altisonantes que le dieron tono de filtreo, fueron imaginados en mi mente y hechos realidad. ¡La llave!, esa era la cerradura que abría, era esa. Fui a buscarla a casa y esa tarde descubrí para que era exactamente esa llave... He abierto muchas cerraduras con esa llavecita, he entrado por puertas mágicas, por menciones perfectas, por entre las piernas, por mucho tiempo. Hoy quiero descansar y olvidar la llave en esta jardinera del parque.
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