miércoles, 15 de febrero de 2017

la tarde de los unicornios

Caminas dentro de aquel jardín, los cardos quedaron atrás y sobre los finos tallos que se embelesan con el aire vas delicada y descalza, los vuelos de tu vestido hacen que desprendan las pequeñas florecitas mientras tu cabello revolotea, las voces aburridas quedan fuera de el lugar, en ese muro alto y grueso que asemeja la ruinas de un castillo antiguo, tras ese muro la figura azulada, resuella y da coses contra el suelo, lo vemos, lo ves, sus formas redondeadas rompen el paisaje lo mismo el cuerno que ostenta en la frente, un ruido estridente y molesto rompe la tranquilidad, y el bello animal se estremece y ya no lo tocas, no es solo uno, son varios al rededor de todo el lugar, algo cayó, un rayo que rompe el silencio, la lluvia te cubre, moja tus labios, escurre por todo tu cuerpo el agua y aquel animal se agacha en una reverencia invitándote a subir a su lomo, te aferras a su cuello, rápidamente corre al campo donde hay mas, huyen de la lluvia hasta el campo donde las hadas cambian de color y la lluvia no les puede hacer daño. Abres los ojos el resplandor de la luz del nuevo día te deslumbra, todos los unicornios han desaparecido pero sigues en ese campo ensoñada entre el nuevo día y la voz de lo cotidiano, tu pies lindos sobre el pasto y las hadas que te rodean. Ocupamos tiempo en momentos que no se van, que quizás son menos valiosos que todos esos escasos minutos que se han ido, no pienso en la muerte mas que en la vida, pienso en esos lugares que no hemos visitado, en los cuentos que no te he contado, en los días y las horas que se van y que vale la pena atesorar, esta visión de ti caminando sobre el pasto y la lluvia torrencial, la tarde de los unicornios, el mar allá en el fondo, la tela pegada a tu cuerpo, lo que podríamos soñar si me dejas entrar en tu corazón. 

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