Mi madre dice que todos los niños son ángeles, y que al morir van a un lugar donde el viento apenas y te toca, donde la luz es cálida, el aire huele a pan recién horneado, y en ese lugar los niños que lo habitan corren, ríen son de verdad felices, juegan cosas tan divertidas que no pararías de reír junto con ellos, es un lugar cerca de las nubes y más importante lejos del dolor, del deseo, de las apariencias, lejos de este mundo imbécil. Estuve pensando en toda la descripción maravillosa que mi madre me dio de ese lugar, mientras yo estaba recostado en su regazo, no pude parar de llorar los otros días, lloré tanto, más que en los últimos diez años en los que no he llorado, lloré y envejecieron mis huesos, y mis muelas crujieron dentro de mis mandíbulas, envejecí 100 años; creo que debía enjuagar mis dolores, esos que tengo encajados entre el hueso del esternón, y las tripas que van detrás, no dejé de estar triste, pero con la voz entre cortada y varios litros de lágrimas después deseaba desde lo profundo de mi alma que en ese lugar estuvieran ustedes...ustedes que murieron sin conocernos, ustedes que por el afán del mundo, y por el error imperdonable, no abrieron los ojos, y me perdí de tocar sus manitas, hacer una historia donde fueran mios, no pude lograr que conocieran a ese ángel hermoso que es mi heroína, a la que amo sin recibir nada a cambio, ni siquiera un poco de cariño, a ese ser que piensa que perdió el alma cuando ustedes fueron a ese lugar que mi madre me describió, mi amada heroína sin embargo se equivoca, asume la culpa, sin saber que fui yo quien no pudo rasgar el cielo para defenderlos, fui yo quien se estrelló al volar y no logró acabar con todos los enemigos de este cuento canalla, de esta novela que llamamos vida; ella, aunque no quiera oírlo, tiene mi bendición eterna, todo mi amor, todo mi respeto y mis condolencias. Creo que ella tiene eterno cariño de ustedes, que la verán siempre sonrientes desde el lugar al que fueron...
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