Te encontré en una de esas tardes semi grises de marzo, estabas alojado en un húmedo paraje entre lajas de músculos y fibras de cartílago vivo, y me enamore de tu redondez, de como tu pulso se hacía fuerte, golpeaba hacía arriba y me mostraba que la vida no es mía, que soy un juguete del destino, y que aunque puedo crear mundos, puedo construir imágenes divinas, soy solo un poeta maldito por esta realidad en la que no soy nada. Me hiciste sentir muy pequeño, un grano de polvo perdido en la calle, un grano de sal disolviéndose en el mar, y esperé paciente por ti, jugué a recibirte, y me entrené pensando en que podía enseñarte de la vida.
Luego, un viernes la agitación, la pálida fragilidad del vientre y un bisturí haciéndote salir a modo de tirabuzón de entre la obscuridad y las entrañas de otro ser vivo, en ese entonces parecía vivo.
Entré corriendo y ahí estabas, entre sábanas, cubierto a la mitad con las manitas en la boca, los ojos negruzcos pero muy vivos, y pataleando por no poder huir de ahí; otra vez el futuro me hizo sentir pequeño ante la fuerza de la vida que se abrió paso a pesar de que el horror hecho carne, hecho Eglantina quisiera poner fina tus días, ni siquiera días, horas no más, ese horror que por puro coraje, por ese enojo que provoca el no sonreír y tener envidia de que otros puedan; quiso entrar corriendo como el viento y llevarse la vida, que tampoco es suya, imbécil parásito, mierda entre el cálido solaz de los ojos del altísimo, que tampoco le ha dado su castigo.
Pero viviste, eso me hace sonreír; vivo y coleando, te vi de frente, tenías tantas ganas de aferrarte al mundo y hacerlo tuyo. Este pedazo de vida que se quedó conmigo y me hace anegar los ojos, volver a las imágenes, perder la respiración pensando en ti, y en los otros, que como tú no tuvieron la oportunidad de estrenar un cuerpo regordete y lleno de felicidad.
Esa imagen me hizo más hombre, me hizo crecer entre toda esta osamenta que sostiene el mérito de nunca rendirme, de caminar con la frente en alto orgulloso de ti, cada día, de mis días, lo qu eme hizo decirte amigo, y verte correr hacia mi, caminar con objetos en los brazos o caer de pronto, han hecho que entienda, que a través de tiempo, por sobre cualquiera, dónde sea, como sea... Puedo encontrarte, puedo correr hacia ti, por que mi amor recorre distancias, sube montañas, rompe almas, penetra escudos, deshace mentiras que ya son muchas,que ya han tenido mucha gracia ante mi ira... Piensa que sobre todas las cosas, estamos unidos; tu y yo llevamos la misma sangre Rodrigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario