Y entonces vi tu mensaje, juro que entre mis talentos nunca ha estado el de masajista sin embargo ese escalofrío me recorrió; "ajá" fue tu respuesta a toda mi insinuación, yo proponiendo hasta una promoción con cupones y todo, y tu respuesta fue solamente "ok"... En esa misma tesitura, la de la excitación, la de hacerme consciente de la ropa tocando mi cuerpo, el frotar de cada paso, y mi caminar vacilante, pero empujado por la pasión... Ahí voy entre azulejos, al compás de tu canturreo en la habitación, las sábanas de seda me acarician, comenzamos la sesión y yo sobre tu espalda con el aceite, tu solo con un delgado encaje en la cintura y una toalla para disimular. Éramos malos entendidos entre amigos, y poco a poco la lubricación de tu cuerpo me hace sentir tus formas, tu espalda embriagada de manos soporta mis empellones que subrayas con un leve ahuyido placentero, ahora también las piernas y los pies, frotando con las yemas de los pulgares las plantas que te liberan del cansancio de la caminata, pero vuelvo a la espalda y me detengo algo en la región lumbar para que me digas que siga hacia abajo; poco a poco, reconozco tus glúteos, tu forma abombada, y también hago curvas con las manos, sale de escena la toalla que sobra, y ante el embadurnado masajista, también el encaje se aceita, y preocupada pero somnolienta me dices que hay que quitártela "Se hecha a perder si se engrasa" y te levantas pero solo con los brazos y las puntas de los pies, para ordenarme con modorréz que te ayude a liberarte, cae rosa en la alfombra, y te subes en la toalla solo para que yo baje a los cantos de tu cuerpo, aceite las orillas, recorra tus formas y me pegue a tu espalda. Me empujas y me pides molesta que me quite la camisa " también se va a engrasar", y con agrado me deshago de ella caigo en tu espalda para frotarte con el pecho y masajear tus brazos. Ya estoy dispuesto, busco tu cuello y sigo fingiendo que la rutina del masaje sigue por ahí, tu finges excitante, pero vamos juntos, volteas cerca de mi boca y me pides que frote más fuerte, y aunque me quedó sin aire, no nos besamos, falta algo más, luego tu mano derecha baja a mi cintura mientras sigo pegado a ti, se escapa entre los cuerpos, busca mi pretina, la obvía, y con maestría encuentra mi abdomen, se desliza a mi pubis, tu mano tiene excelentes habilidades para abrirse paso entre la ropa y me tocas, especialmente tenso, pero en el momento que creo que debo besarte te levantas a preguntar que estoy haciendo, yo con toda ridiculez contesto " nada", a bueno y regresas a posición, sin que yo pueda disimular mi erección, me encaramo en tu cintura y te monto, mientras sigo con el masaje, no puedo seguir, me dejaste en el principio de algo, y quiero decírtelo pero sigues boca abajo.
Dos horas después de que atardeciere ya eras toda mía, el aceite, la sábana el secreto, sigo acostado tu te quitas el aceite, mientras pienso en que tal, en tal vez...
No hay comentarios:
Publicar un comentario