Entrando a toda esa habitación, lo primero a la vista eran las flores, un "te amo " perdido entre las ramas, los altos pedestales, la opresión en el pecho, firme, es el momento en el que dejo de respirar, me acomodo en ese sillón y espero, la sensación no cede, pero la olvido de momento cuando observo esas caras, la contrición de las caras, el enrojecimiento casi ilícito, correr de lágrimas, mi mirada se hace borrosa y busco al techo las formas rectas, el adorno, una cruz... Cuantos corazones rotos dejó esta mujer, y entonces, abrumado entre mi malestar y las manías de mi mente, esas flores, los copales, la muerte se presenta a mi en otra forma, no es ni despiadada no es cruel, no arrebata con violencia, más bien arrebata pero no violentamente, solo ella, la mujer que pensó que el mundo la desterraba, se agredió a sí misma, cortante el estilete marcó el camino de la vena, mojó de rojo, se perdió a sí misma, y es la muerte seduciendo al oído, cuantos corazones rotos dejó esta mujer.
Corruscant era un planeta, para mi es la idea de poner mi mente en otro lugar, un concepto que me aleje de la sensación de opresión, de desespero mortal, de este malestar de este momento. Iré a Corruscant cada que quiera olvidar el lugar en el que estoy, el vacío en el estómago, las ganas de respirar y no hacerlo, la vida que yace marchita en el cajón.
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