Subí las escaleras, saltando peldaños de a dos, recuerdo los calcetines blancos dentro de los zapatos para skateboard pisar el suelo de mármolina, el pantalón caqui holgado detenido apenas por mi raquítica cintura; fui a probar una guitarra que ella se había comprado.
Estuve un rato haciendo power chords e intentando algunas canciones mientras ella balbuceaba las letras, luego llegó su hermana con el novio, en la ventana la postal del parque grande que hay cruzando la calle. Bajamos a fumar un cigarro por que la presencia del cuñado la repugnaba, juntos en una baqueta compartíamos el mismo tiro; luego una risa de complicidad cuando el tipo salió sin camisa a cerrar la ventana, "¡ya están en lo suyo!" Dijo ella quedito, y se volteó a verme, recuerdo los dientes de en frente que apenas y se asomaban bajo el labio superior, las comisuras haciendo un giro suave una en contra de la otra para simular una sonrisa, la nariz roma y levantada, sus ojos cafés encendidos con la pregunta "¿cuanto dinero traes?", seguida de "¿vamos a un motel?", y en ese momento el cerebro de "barbotas Kid" se detuvo para preguntarse " ¡¿y a que vamos a un motel?!", pero fue más la luz lavanda de la media tarde que nos bañaba, a nosotros, la calle, el parque, el edificio la ciudad entera que se detuvo para que esos ojos me hicieran ir de cómplice.
Resulto embarazoso pedir la habitación pero ya estábamos ahí dentro, se vuelve la imagen de ese primer amor, que no fue realmente amor pero sin embargo, no había una historia ya contada, ninguno tenía un pasado tormentoso, ni rompimientos previos que fuesen significativos, ni siquiera el concepto de un corazón roto de verdad; sólo su cuerpo semi desnudo, con los calcetines blancos con rayas rosas y verdes, y lo difícil que fue desprender su intimidad de ese color lila tenue de la ropa interior; ningún cuerpo de modelo televisada tendría tal belleza en ese momento, sólo la tarde volviendose noche, el beso tierno en los labios de la despedida, su casa, otras tardes, el adiós para siempre.
Esas imágenes se quedaron lejos, detenidas en el álbum de mi historia, una historia que me llevare al otro mundo algún día, muchos años ya, hasta que hace unas tardes detenido en el semáforo el el coche de al lado, la misma risa desfachatada, y en el interior del auto, alguien discutía con el manos libres encendido, al volante mismos gestos, palabras e inflexiones similares, mismo semblante relajado, y mismos ademanes expresivos, una mujer como la que conocí, sólo 15 años mayor.