Ya no escribo nada, pero en toda la imagen, la elegancia de la misma imagen, en catarsis completa, nace en el este por medio de un obscuro muro de piedra que desemboca en la ribera, se hace naranja, azul y gris, el cielo impone destellos, chorros de luz hacia nuestras espaldas, la espesa obscuridad comienza a construir la noche por el oeste, siguen siendo los colores naturales, sólo que las cosas comienzan su transformación de cada noche, así mismo las personas vuelven caminado entre la calina que condimenta el ambiente, arena sobre el cuerpo y cansancio suben a nuestro costado, allá tu, dividiendo el tráfico en pose sensual, el cabello tostado, la piel brillante, labios cristalinos, no se mueve nada, es tu mirada, la profundidad del día, el momento suave, espesando el aire, la emoción sobre el estómago, la angustia en el vientre, es tu presencia, la boca entre abierta apenas tocando otra lengua, la bebida exótica, el momento que justo huele a loción de hotel, agua fría sobre el cuerpo, sábanas secas frescas, viento en las cortinas, sabor de abdómenes, cuclillas, revuelos, piel contra piel.
Se va ese instante, la cubierta lo desplaza y le da nueva vida a amaneceres; a cambio de cada poesía, regálame algo, un souvenir con el cual amordazar mi instinto.
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