jueves, 16 de febrero de 2012

Encerrado en el baño.

Tengo hipocóndria, un caso muy marcado, es decir que un día puedo amanecer pensando que estoy enfermo y tener síntomas reales y visibles, además soy maníaco depresivo, que aunque suene muy grave, solamente quiere decir que sufro depresiones y presento manías, observo detalles tan minuciosamente que me hacen describirme la vida de manera muy diferente a la que todas las personas "normales" lo harían, por ejemplo, si una chica me gusta, observo con detenimiento sus pies y sus manos, si no me gustan o tiene hongo, o los pulgares de martillo, o algún detalle mínimo, es posible que nunca le hable, o que si terminamos teniendo una noche de pasión tal vez no llegue a nada o la haga irse de mi casa por la mañana. Pero tengo otras manías, no como algunas cosas, es más no puedo comer si no me he lavado las manos, no puedo comer en la calle, y otras más no puedo tocar los zapatos, los pies o la ropa sucia de otra persona; pero mi manía mas grande es que no puedo ir al baño en un lugar público. Algunas de mis manías quizás se pudieron superar y  dejar de lado todos esos tabues y llegar a intimar y sobre toda aceptar la humanidad tal y cual es, sin tener ningún asco o repulsión, desgraciadamente esa persona no ha llegado...pero al fin esa es otra historia.
En general gracias a lo que voy a relatar superé muchas manías, y sobre todo, pude ir intentando nuevas cosas, precisamente esa rehabilitación me permitió de pronto ir al baño en lugares públicos. Soy académico, y la oficina en la que trabajo está improvisada en una casa, es decir que los espacios fueron modificados y habilitados para este fin, al igual los servicios, como los baños, se canceló la cocina y se improvisó una cafetería que nadie utiliza, en fin, digamos que se habilitó el lugar.
Es así que el baño tiene una división de acrílico en medio de dos tazas, el lector estará pensando que es mucha la explicación pero todo cuanto he dicho es necesario para entender este relato; la división deja entonces una puerta cerrada al fondo, y una puerta abierta junto a los lavabos, de manera que si uno esta dentro del ultimo baño y quiere salir, tendrá por fuerza que pasar por enfrente del sanitario contiguo, y si en algún momento alguien decidiese hacer sus necesidades en este, la persona del sanitario al fondo tendría que esperar a que el vecino acabe, para no interrumpirlo, y en todo caso para no verlo en paños menores o en una situación embarazosa.
He aquí la historia... entré al baño cerré las puertas, la exterior y la interior, porque como dije ese espacio fue habilitado y el baño, que en algún tiempo fue solo un corredor al jardín, tiene una puerta interior que da hacia un cubo de luz. Hecho esto fui hasta el fondo del pasillo - baño y corrí la puerta de acrílico para quedarme en total intimidad, solo yo mis pensamientos acerca de un texto sobre la ideología tibetana, y mi necesidad fisiológica, ah y el trono de cerámica. Estaba yo cabilando sobre los pensamientos y las filosofías y sobre como las personas necesitan llenar esos espacios de su vida con ideologías, pero por otra parte, toman vino, gastan cantidades ridículas en ropa o zapatos, y son capaces de sostener que son conscientes de la pobreza y la situación mundial, nada más falso, pero bueno, eso pensaba yo cuando el infortunio se me acercó y puso a otra persona en el baño contiguo al mío, claramente oí el restregar de la ropa, la caída del cinturón desabrochado, y el alivio proferido en el suspiro que uno dá cuando se sienta a cagar. ¡Maldita sea mi suerte!, ahí estaba yo sentado, terminando mi actividad, cuando alguien se le ocurrió ir a cagar y cerrarme el paso, y por si fuera poco el tipo se puso a leer el periódico, otra vez ¡Maldita sea mi suerte!, podía oír y oler todo lo que pasaba detrás de ese acrílico, los minutos pasaban y yo , que ya me había vestido debidamente no podía salir, sin ver de frente al parroquiano que felizmente hacía del cuerpo sentado ahí como si se tratara de una caballeriza, esto pasa en los baños de la central me dije, pero ¿aquí? ¿Cómo salgo?, ¿Le pido disculpas y me le atravieso? ¿ Le digo buen provecho?, ¿Qué se dice en esos casos?, ya habían pasado exactos 40 minutos, desde que yo salí de mi escritorio, y aquel señor no se movía, creo que estaba pacientemente disfrutando de su lectura. luego de oír todo movimiento y actividad, el sonido del inodoro llevándose lo indeseable, y dejando solo el perfume, me quedé solo otra vez en el baño, corrí el acrílico, me aseguré de que no hubiese nadie, me lavé y regresé a mi escritorio, a escribir que este día me quedé encerrado en el baño...

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