lunes, 14 de julio de 2014

Uno de los días más felices de mi vida

Mi hijo  tendría unos 3 años, en esos días lo que pasaba en mi vida no tenía nada que ver con lo que meses después sucedería. Mi hijo estaba en esa edad donde las cosas le sorprenden, y le gustaban las piñatas, tomaba una vara, un palo de escoba, un lápiz o lo que fuera y a la voz de "dale, dale, dale" descargaba los golpes, a una mochila, a otra piñata, a una bolsa, en fin a todo.
Yo estaba jugando con el en el pasillo, y su abuela materna, ese monstruo que todo lo destruye, estaba despotricando en lengua materna sobre mi, aprendí de la manera más dura a entender el zapoteco, El Niño me pasaba la pelota y se reía cuando yo la dominaba, es una característica que comparte con su hermana, ambos se carcajean igual, de pronto El Niño tomó un palo de escoba recortado que le daban para que jugará a la piñata, cruzo miradas conmigo y yo asentí con la cabeza, y sin voz dije "dale, dale, dale", el entró corriendo al comedor y sólo oí el golpe, " ay El Niño me pegó con un palo y su papá se está revolcando de la risa"...
No soy bueno, pero fue como darle su merecido a quien hizo el mal, robarle un poco a un criminal, al que le debo mi gastritis crónica con los lavados de gañote que me daban sus comidas súper picantes, su desdén, y el terrorismo nato con el que me separó de mi hijo, no soy bueno, ni espero ser, pero cada que me siento triste recuerdo ese que es uno de los días más felices de mi vida.

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