sábado, 15 de agosto de 2015

De el amor que iluminó el mundo alguna vez

Cuando sus corazones se encontraron el golpe entre los dos provocó un estallido, fueron miles de grados haciendo arder esa habitación blanca, la ventana y el techo en bóveda quedaron reducidos a cenizas; ese amor que no espera nada, que es para siempre se materializó por fin, las palmas de las manos sobre la espalda, los cabellos rizados envolviendo ambas cabezas, una pierna abrazando la cintura, piel de piel, músculos en movimiento, huesos y dientes, y aquel olor a profundidad a vacío de almas que se comienzan a llenar por primera vez. Se deshidrataban en cada encuentro, e iluminaron el mundo con ese comienzo. 
" Ella te adoraba"  le dije, mientras lo encontré mojado, deteniéndose de una roca, mientras la arena y el agua lo cubrían por completo, el uniforme de fiesta, un saco negro mojado y lleno de arena era arrastrado tierra adentro, el balbuceaba tratando de respirar mientras escupía el agua que le entraba por la boca, ojos, nariz y oídos, la camisa hecha piltrafa, su cuerpo haciéndose blando, como esas conservas en almíbar. Sin alma así lo encontré quien sabe que pasó entre esos días y aquella vez que mientras el día se nublaba con aire de tormenta, lo vi desplomarse en la resaca del día siguiente de una fiesta.
Hoy me pareció verla, esos hombros bajo un bolsón amplio, las piernas torneadas bajo los leggins, y los zapatos bajos, la vi de espaldas pero reconocí el peinado, era ella comprando confites en aquella tienda. 

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