¡Aquí te quedas Saùl! - le dijo en un tono seco su papá; Saúl sabia que esas palabras significaban horas de esperar, en una plaza, en una comandancia, en el atrio de una iglesia, en un mercado, o de quedar encargado con alguna tía, Luego contaré la historia de cómo fue que Saúl ya no pudo quedarse con su mamá en casa. Ese día como dije era de los primeros que Saúl hacia viajes largos con su padre, que hacia inspecciones en las escuelas primarias de los municipios del Oaxaca de los años 50.
Los minutos se hicieron horas, y cuando se dió cuenta, ya la noche había caído, y tuvo que dejar la banquita del pórtico municipal donde estaba, ¿Cómo hace un niño de 6 años para darse el sustento y el abrigo en ese momento?, además el terror de lo que su papá dijo "Aquí te quedas", pero tenia frió y hambre; así que caminó sin rumbo entre los paredones de las casa de Ocotlán, hacia donde fuera, no le quedaba más que caminar por si lo encontraba; pasó por una cantina, por enfrente de una cenaduría chiquita, no, ahì no estaba su papá, el chiquillo no podía hacer otra cosa más que empezar a llorar hacia adentro, dicen que llorar así duele más, pero ¿Qué podía hacer?.
Luego de caminar las callejas, entró a un lugar, grande, con un portòn abierto de par en par y un arco en la entrada, donde olía a flores marchitas, había muchas casitas ahì, y velas, platos, vasos como sì se hubiese hecho una fiesta antes, siguió adentrandose por la amplia calzada que crusaba ese lugar, había santos y cruces de mármol en todo el lugar, unas jacarandas altas, una fuente en mediò y mucha de la oscura noche que lo cubría desde hace unas horas; de pronto sintió un espasmo y como si la piel se le quisiera salir del cuerpo, toda tensa, y algo detrás de la oreja izquierda comenzó a hacerse duro y pelotudo , y le dolía, percibió que algo del ambiente algo no andaba bien y la piel se le erizó toda, ya no podía caminar más adentro así que se pegó a una de esas casitas y se sentó ahí, suspirando.
Empezó a hacer un poco de mas frió así que Saúl se hizo bolita en una de las esquinas de esa capillita abrazó sus rodillas y quiso quedarse dormido, pero el miedo todavía seguía ahí, los sonidos hacían mofa de el y la sensación distaba que de ser placentera, se convertiría en algo tan horrendo, los dientes le castañeaban y la imagen del santo dentro de la capilla parecía que lo observaba, quiso salir lentamente, cuando en eso ¡un sonido espeluznante!!, ¡un destello! , !Ah¡ otro más, era brillante como blanco,como azulado, como un fantasma; se oìan pasos y Saúl ya iba corriendo entre sus gritos de auxilio y las tumbas que se le atravesaban y se iluminaban de tonos verdosos y blancos, ay como si se fuera a morir, el niño corría entre las cruces pero no encontraba la salida, el cuerpo le picaba, una comezón mortal, sentía, quería morirse, y a la vez salir de ahí entre el llanto y los gritos que no paraba de dar, luego cayó frente a un árbol, y algo lo pescó de la camiseta, ¡una mano!, ¡una mano! gritaba el niño, entonces pataleaba y berreaba más, ¡Chamaco! ¡Calmate!, le dijo una voz, y el niño quedó inmovil... Era el topil que cuidaba el panteón -" calmate, no pasa nada asì sale lumbre de las tumbas, se siente feo pero no pasa nada, andale lárgate a tu casa cabrón" - si señor -, balbuceó Saúl y se limpió la nariz, caminó con la cabeza baja y los brazos pegados al torso, de regreso a la salida y no paró hasta la misma banca donde lo dejó su papá; yo quisiera decir que nunca más lo dejaron solo, pero la verdad es que desde ese día, se acostrumbró a dormir en los panteones.
Los minutos se hicieron horas, y cuando se dió cuenta, ya la noche había caído, y tuvo que dejar la banquita del pórtico municipal donde estaba, ¿Cómo hace un niño de 6 años para darse el sustento y el abrigo en ese momento?, además el terror de lo que su papá dijo "Aquí te quedas", pero tenia frió y hambre; así que caminó sin rumbo entre los paredones de las casa de Ocotlán, hacia donde fuera, no le quedaba más que caminar por si lo encontraba; pasó por una cantina, por enfrente de una cenaduría chiquita, no, ahì no estaba su papá, el chiquillo no podía hacer otra cosa más que empezar a llorar hacia adentro, dicen que llorar así duele más, pero ¿Qué podía hacer?.
Luego de caminar las callejas, entró a un lugar, grande, con un portòn abierto de par en par y un arco en la entrada, donde olía a flores marchitas, había muchas casitas ahì, y velas, platos, vasos como sì se hubiese hecho una fiesta antes, siguió adentrandose por la amplia calzada que crusaba ese lugar, había santos y cruces de mármol en todo el lugar, unas jacarandas altas, una fuente en mediò y mucha de la oscura noche que lo cubría desde hace unas horas; de pronto sintió un espasmo y como si la piel se le quisiera salir del cuerpo, toda tensa, y algo detrás de la oreja izquierda comenzó a hacerse duro y pelotudo , y le dolía, percibió que algo del ambiente algo no andaba bien y la piel se le erizó toda, ya no podía caminar más adentro así que se pegó a una de esas casitas y se sentó ahí, suspirando.
Empezó a hacer un poco de mas frió así que Saúl se hizo bolita en una de las esquinas de esa capillita abrazó sus rodillas y quiso quedarse dormido, pero el miedo todavía seguía ahí, los sonidos hacían mofa de el y la sensación distaba que de ser placentera, se convertiría en algo tan horrendo, los dientes le castañeaban y la imagen del santo dentro de la capilla parecía que lo observaba, quiso salir lentamente, cuando en eso ¡un sonido espeluznante!!, ¡un destello! , !Ah¡ otro más, era brillante como blanco,como azulado, como un fantasma; se oìan pasos y Saúl ya iba corriendo entre sus gritos de auxilio y las tumbas que se le atravesaban y se iluminaban de tonos verdosos y blancos, ay como si se fuera a morir, el niño corría entre las cruces pero no encontraba la salida, el cuerpo le picaba, una comezón mortal, sentía, quería morirse, y a la vez salir de ahí entre el llanto y los gritos que no paraba de dar, luego cayó frente a un árbol, y algo lo pescó de la camiseta, ¡una mano!, ¡una mano! gritaba el niño, entonces pataleaba y berreaba más, ¡Chamaco! ¡Calmate!, le dijo una voz, y el niño quedó inmovil... Era el topil que cuidaba el panteón -" calmate, no pasa nada asì sale lumbre de las tumbas, se siente feo pero no pasa nada, andale lárgate a tu casa cabrón" - si señor -, balbuceó Saúl y se limpió la nariz, caminó con la cabeza baja y los brazos pegados al torso, de regreso a la salida y no paró hasta la misma banca donde lo dejó su papá; yo quisiera decir que nunca más lo dejaron solo, pero la verdad es que desde ese día, se acostrumbró a dormir en los panteones.
pobre Saúl!!!
ResponderEliminarLa vida es cruel :)
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