Rosa jugaba en la pileta con unos trastecillos, y Saúl estaba tratando de amarrar un poste de la reja para colgar unos monitos con los que estaba jugando tambíen. Dentro de la casa la mesa con vasos y platos a medio comer, restos de fruta, huesos de pollo, servilletas de tela, una olla con un guiso de res que tenia moho, una bolsa de sopa cruda a medio abrir, tortillas duras, moscas y mosquitos haciendo un festín sobre un plátano negruzco y babeante; también el cuarto estaba en ruinas, estaba totalmente desdibujado, ropa tirada, un zapato aquí otro quien sabe donde, y todo estaba lleno de esas peluzas grises que se forman en el suelo y lo cubren todo, y mas allá sobre una cama llena de ropa sucia, la madre de los niño durmiendo una siesta que se hacía más profunda a medida que la luz del día era más fuerte, Saúl también se durmió, porque no había comida, y porque supongo que ese Ángel que normalmente protege a los niños, se quedó dormido también.
La figura de un hombre pateó la puerta e irrumpió en el lugar, dando pasos agigantados y sin decir nada dejó caer en la cama junto a su madre el cuerpecito empapado de rosa; yo no sé si es más castigo vivir con la culpa, o perder la razón, quizás era tanto el dolor y fugarse a otras realidades hacia sentir mejor a la madre de rosa, 3 años tenía la niña cuando se ahogó en la pileta; Saùl tuvo que viajar con su padre, porque mamá había perdido la dicha... Todavía recuerdo a esa viejecita hablando en zapoteco de algo que ya nunca sucedió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario