miércoles, 2 de noviembre de 2011

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Cuando era niño, las mañanas eran un poco diferentes, la luz que en tonos mandarina entraba por la ventana de la cocina, me dejaba entre ver a lo lejos un futuro misterioso, pero lleno de brillo, de esperanza, tomaba un vaso de leche con café y caminábamos una calle empedrada donde siempre vi una frase célebre, la leí por varios años cada mañana y aún hoy no recuerdo que decía.
Justo en esa barda, una bugambilia morada se asomaba y caía hasta el suelo, regalando flores todas las mañanas. Es la zona de Xochimilco en los arquitos, uno de los únicos recuerdos que me daban fe, hasta hace unos meses; luego el caminar, más un taxi y encontrarme entre el común de todos los alumnos, sentado en los mesa bancos verdes de aquella escuela, creo que era el cuarto grado, y todos los sweteres azules, donde no recuerdo mas que rostros y risas muy amenas, a la maestra de dedos deformes y con uñas pintadas que no podía llegar a mi inteligencia, que no encontraba como hacer que las sumas de fracciones fueran más fáciles sin dejar de decir estupideces o de regañar y pregonar que ella hacia todo, pero que la culpa era nuestra.
No narré mucho de esta parte de mi infancia porque en esos días las cosas no eran tan fáciles, pero son de un color menos opaco que en las de hoy, es hasta ese tiempo en el que recuerdo que nada era muy importante o difícil, con poco dinero, podías a ser millonario en la escuela, llegabas lejos lleno de regalitos y golosinas, recuerdo como unas cajitas con un tatuaje pegado en un papel se hicieron famosas por contener"droga", recuerdo como las tardes lo importante no era más que llegar lejos por la pelota, huir entre las hierbas, pedir permiso, imaginar que el mundo es un lugar no descubierto, un lugar mejor.
Los medios días no tenían mucho tampoco, las tortas en la cazeta, y mamá viniendo por mi del trabajo, estas tardes ya están lejos, son parte de un pasado mejor, hoy mis días van contándose de menos a más; hoy ver una mirada.. Ya no importa, parece ser que entre las noches se ha ido completamente, esa fe que me hizo correr y creer en lo imposible, este tiempo no es igual, y no hay nada que pueda hacerse, nadie por aquí está consiguiendo ser feliz, y yo he perdido la razón supongo, ya no importa.
Está mañana caminé por la misma calle empedrada, lo único que pude hacer es darle un beso de adiós a toda esa suerte que nunca vino, a ese puto mundo tan imbécil, a esa idiotez que añoré, solo cerrar los ojos y esperar ese momento, la cuenta regresiva, el agua fría, el metal, la altura, la cuerda, el momento en que...

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