Por esos días las manifestaciones estudiantiles habían recrudecido, y el conflicto en la escuela de Florencia no le permitía regresar a clases, así que algunos alumnos pidieron las instalaciones a la Escuela Normal con cede en Huautla, y Florencia tuvo que ir hasta allá a tomar clases.
Huautla tiene fama de muchas cosas, por la comida, por la región, por María Sabina, en fin, pero Florencia no tenía mucho animo de llegar allá, solo había un poco de emocion en ver a la Tía Lolita qeu por esos momentos vivia en ese pueblo así qu el amamá de Florencia la llamño y convinieron en que ella iriá a quedarse con ella el tiempo que tuviera que tomar clases en esa cede.
Era Sábado por la mañana y el camión ya estaba encendido y Florencia esperaba sentada en uno de los primeros asientos justo a la derecha del chofer, las indicaciones pertinentes, todas las recomendaciones y entonces iniciaron el viaje hasta la comunidad... 7 horas de subir y subir por entre laderas boscosas, y lodo en los caminos, las conversaciones y el sonido del motor ensordecieron por unas las dos primeras horas a Florencia, luego ninguna voz, algunas personas durmiendo, una que otra parada para ir al baño entre la montaña y el arroyito de agua helada, cuando por fin pudo dormir, ahí estaban ya, en Huautla, con la noche encima y un frió que calaba y hacia que todos sacaran bocanadas de vapor blanco al hablar.
Ahí estaba la tía Lolita sentadita en una banca de la estación, con un rebozo envolviendo su cabeza blanca y los lentes gruesos y negros asomando, la abrazó y la besó en la mejilla, y ambas emprendieron la subida hacia la casa de la tía lolita, que la recibió con chocolate de agua, pan y pulpa de zapote negro con jugo de naranja, un dulce casero delicioso. La platica no duró mucho ya que la tía Lolita a sus 75 años tenía la tendencia a quedarse dormida si hablabas de algo por más de 5 minutos, así que como Florencia tenía que reunirse con sus compañeras al siguiente día para planear todo para el próximo lunes, tomó una naranja y se la llevó a su cuarto, un cuarto de madera que estaba atrás de la propiedad de la Tía Lolita, en medio de la cual, pasaba un apancle, donde corría el agua. Así pues, todo dispuesto en la habitación; Florencia se sentó en la cama, viendo el techumbre del cuartucho que le tocó de habitación, sin poner mucha atención, cortó un poco la naranja con las manos, le quitó la cascara, la mordisqueo quitó algunos gajos y después, se lavó los dientes y se dispuso a dormir. Toda esa calma y la luz clara por la ventana la hicieron caer en una duermevela, una somnolencia que hacia que comenzara a soñar, a elevarse a respirar mas y mas profundo y después a dormir... Algo cayó sobre su pecho y rompió el sueño de Florencia pero ella no hizo mucho caso, luego el peso de lo que fuera que hubiera caído sobre su pecho se movió y camino hacia abajo, ¡Dios! pensó Florencia, mientras se despabilaba, y se cubría con la cobija lentamente hasta la cabeza, un rata, caminando por encima de ella, ruiditos extraños sobre su cabecera, no era solo una eran dos, tres, diez, que corrían y mascaban algo en el buró, "!la naranja!" se dijo a sí misma, mientras unos chillidos de dos ratas peleándose por un pedazo de cascara le pasaban por el cuello, otras corrían sobre ella, pasaban sobre la cabecera se mordían, mordisqueaban, golpeaban los dientes y olían las cosas, pasaban sobre sus lentes, trepaban a la maleta y sobre el cepillo de dientes y el vaso de agua, mientras Florencia aterrada metía los lados de la cobija bajo los lados de su cuerpo que estaba tenso y duro como en rigor mortis. Pasaban los minutos y los pensamientos eran mas aterradores, "¿y si me muerden?", "las ratas transmiten la rabia", "chasquidos, chasquidos dientecitos golpeados unos a otros, oía los sonidos, los olfateos con miles de ideas que giraban en su cabeza, mientras un par habían ido a alojarse del lado de sus muslos, saltaban corrían los pesados cuerpos peludos por sobre toda la pieza, haciendo ruidos y gritando, defecando sobre todo lo que encontraban, corriendo por las vigas cayendo a la cama y a la mesa, en un festín desagradable, en medio de la noche mientras Florencia permanecía inmóvil y aterrada.
La mañana llegó poco a poco, y una a una las ratas fueron desapareciendo, la mañana clareo, y fue entonces que Florencia salió de ahí, a ver a sus compañeras entre las ojeras y el terror de toda la noche en vela. Al volver le dio un pretexto convincente a la tía Lolita, y terminó sus días en Huautla, en unos cuartos que habían rentado varias de sus amigas.
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