domingo, 10 de abril de 2011

Afuera

Afuera, la luz, el día nublado, el cielo con una pantalla gris, vestidos todos los arboles en escarcha incolora ó blanca y gélida.

-¿Cuándo puedo salir abuela?- pregunta Claudia desde el quicio de la ventana, vestida en un abriguito rojo con cuello de peluche.

-Hoy, ¡no!, tenés fiebre- le contesta la abuela, en acento bien marcado y muy energica. Los ojos grandes de la niña y las pestañas largas se le entrecierran, que triste que mamá la dejara con la abuela, y que triste tener fiebre ese día tan lindo, “¡que divertido sería correr por ahí!, llegar al pozo y trepar un árbol, que divertido sería, ¡pero, no!, la vieja está en la cocina, y una, con fiebre” piensa Claudia, y baja de la ventana, corre hasta su cuarto haciendo toda clase de ruidos para que la abuela sepa que está enojada, entra en la habitación y toma una almohada y se tiende en su cama, yace un rato inmóvil, como esos leones enjaulados que uno ve en los zoológicos.

La abuela entra y le acaricia el cabello, se sienta junto a ella y exclama: “No puedes porque hace frío, nenita, toma te traje algo” - le dice mientras le entrega un plato- “¿Duraznos?, ¿qué hago yo, con dos Duraznos”- exclama la niña con carita de enfado - “Comerlas” – le contesta la abuela y sale de la habitación.

“Duraznos, ¡pero qué insulto!, como hago para entretenerme con duraznos”, Y se pone un durazno y da una mordida con furia, de pronto entre el bello color amarillo pastel y la jugosa carne de la fruta, se asoma un hueso, el hueso de durazno, y la niña espera sentada a que algo mas pase; y vacilando entre el escritorio de su cuarto y la ventana donde todavía todo el paisaje la llama a salir, encuentra otra vez el durazno mordido y observa detenidamente y de cerca, más cerca, tan cerca que las fibras de la fruta resaltan, una a una como surcos, como un tejido, y de tan cerca, puede ver el nacimiento de cada una de las fibras, de entre el hueso, y observa mas, observa que entre los surcos del hueso hay un laberinto, un pequeño juego de recamaras y pasillos, y ahí va el pequeñísimo Teseo recorriendo entre cada recamara y escalando mas allá, de un lado a otro, ¡oh! No hay salida , pobre guerrero, sigue escalando ¡ah! , ¡Un túnel!, el pequeñísimo guerrero entra en el túnel y al final exhalando fuego como una bestia terrible dentro del laberinto…el Minotauro, La batalla final uno a otro se golpean, el pequieñisimo héroe con su espada da tumbos sobre las paredes caprichosas del laberinto, se detiene para no caer al vacío, y el Minotauro golpea la espada, triste final para Teseo, pero esperen, de entre sus ropas una daga que atraviesa el corazón, el mounstro está derrotado, y con este hecho, la victoria.

Claudia duerme, su abuela viene a verla dormida en la mesa, sosteniendo un durazno a medio comer; la pone en la cama la arropa y apaga la luz al salir.

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